Todo comenzó un día de otoño. Era un otoño largo y pronto llegaría el invierno, con sus nieves y sus lluvias. Y su frío. Pero hasta ese momento quedaban varios días.
Ferrik solo pensaba en que pronto llegaría el día en que terminaran las clases, y que una vez más, llegaría sonriente ante su familia y cantaría la canción que les hacían aprender en el colegio delante de su familia. Ese día salió del colegio y se encontró con Tamber en el patio de la escuela, y ambos salieron tranquilamente en dirección a su madre, que les estaba esperando.
Era un día como cualquier otro. Se levantaban, se aseaban, se vestían y marchaban con su madre al colegio. Estudiaban por separado en sus respectivas clases y, a la hora del patio, jugaban como cualquier otro niño. A la hora de salir, marchaban a casa y jugaban o hacían sus tareas. Ese era el día a día de Ferrik y de Tamber. Sin embargo, ese día cambiaría todo.
Cuando salieron, Ferrik le contó a Tamber que le dolía mucho el pecho. La niña le dijo que sería a causa del resfriado que había tenido pocos días antes, pero cuando casi estaban con su madre, Ferrik no dejó de quejarse. "Me duele mucho" decía el pequeño. Sin embargo, la madre no le dio más importancia de la que se le da a un resfriado mal curado. Los tres se marcharon para casa, pero antes de llegar, Ferrik dijo "Me duele..." y, en medio del asfalto, el niño cayó al suelo, retorciéndose de dolor y agarrándose el pecho.
La madre de Ferrik pidió ayuda, y en poco tiempo llegó hasta ellos una ambulancia, en la cual entró Ferrik en una camilla, mas no muy tranquilo, pues seguía gritando y apretándose el pecho, y su madre. Tamber quedó al cuidado de unos amigos de ella, pero no estaba en mejor estado. Nerviosa, surodosa y con grandes temblores, no paraba de pedirle a la madre de su amiga que le llevara al hospital a donde llevaban a Ferrik. "Decía que le dolía mucho y yo no le di importancia..." decía Tamber.
Mientras, Ferrik llegó al hospital desmayado por el dolor. Cuando despertó, estaba en una sala blanca, con una pequeña bata blanca en vez de su camiseta de los Power Ranger y sus pantalones de deporte, y estaba estirado en una cama igual a la que usó cuando se le infectó el tobillo cuando tenía cinco años, o eso piensa él. Le dolía el pecho y el brazo, y se miró en esa dirección. Tenía una aguja clabada en ella, y esta estaba unida a un tubo, el cual iba hasta un gotero con un líquido extraño incoloro. Pero lo que más le dolía era el pecho, pero ya no tanto como para gritar. Miró para ver donde estaba. La habitación era pequeña, para dos camas sólamente, y estaba solo. La puerta estaba medio abierta y ahí vio a su madre, que estaba hablando con un médico. Cuando la llamó, la madre entró y le abrazó, y el médico entró con ella. Al cabo de un rato, Ferrik y el doctor se quedaron a solas, y este le comenzó a hablar.
-Ferrik, pequeño... tengo que decirte lo que pasa. -Le dijo como si Ferrik fuera un adulto. -Estas enfermo, hijo. Estás muy enfermo.
-Pero hace poco yo pasé la gripe, puede que esté malo de eso. ¿No? -Preguntó Ferrik.
-No, Ferrik... Lo que tu tienes es algo mucho peor. Has dormido mucho tiempo. ¿Sabes? Son más de las seis de la tarde.
Ferrik solo pensó "Me he perdido el capítulo de los Power Rangers y el de los Caballeros del Zodiaco, y encima hoy que luchaban contra Piscis..."
-Bueno, deme una pastilla y me cura. -Dijo el niño, ahora con ganas de irse a su casa.
-No es tan sencillo, Ferrik. -Le contestó el médico, y en ese momento entró otra persona, una señora "médica". Ambos se pusieron a hablar y el médico se volvió a Ferrik, presentándola, y continuando la charla. -Verás... Sabes como respiramos. ¿Verdad?
-Si, por los pulmones.
-Y sabes como es que vivimos. ¿Verdad?
-También, por el corazón. Salía en el cuerpo humano. No puedes vivir sin corazón. -Dijo orgulloso el niño de lo que había aprendido cuando era mucho más pequeño.
-Pues... verás, Ferrik. Tus pulmones y tu corazón no funcionan bien. -Le dijo el doctor.
-Tienes una enfermedad que hace que funcionen mal. -Secundó la doctora. -Por eso te dolió tanto el pecho cuando ibas por la calle.
-Pero... si el corazón no funciona, no funciona nada. -Les dijo a los doctores Ferrik, ahora con miedo. -¿Me pondré bueno?
-Ferrik... Tu corazón no se pondrá bueno. -Explicó la doctora. -Es más... tu corazón irá funcionando peor mientras pase el tiempo.
En ese momento, por la puerta entró Tamber, corriendo y llorando, en dirección a Ferrik, y le abrazó. Después de cientas de preguntas de si se encontraba bien, Ferrik y Tamber escucharon lo que les dijo el doctor.
-Ferrik... Estás muy enfermito. -Dijo con mala cara el doctor. -Tu corazón... está muy malo... y tus pulmones no le pueden ayudar... Con suerte... vivirás cinco años más.
-¿Me... voy a morir? -Preguntó casi sin voz el niño.
-... Si, Ferrik... no vivirás para cumplir los quince años... -Le dijo la médica, y ambos doctores se marcharon.
Los dos niños se quedaron en silencio, y Tamber abrazó a Ferrik. En sus brazos, el niño comenzó a pensar. "Me voy a morir... Me voy a morir y aquí no hay bolas de dragón para resucitarme... Me moriré..." y, abrazando a la pequeña, comenzó a llorar, silenciosamente, mientras Tamber también lo hacía sin que él la viera.
Al cabo de un rato, la madre de Ferrik entró, con los ojos rojos, y comenzó a vestir al niño. "Iremos a casa -Le dijo. -Así podremos ver Bola de Dragón. ¿Vale?" Pero Ferrik ya no lloraba, ni Tamber tampoco. En la cara del niño solo había una expresión de vacío sin precedentes.
"Voy a morir. -Seguía pensando. -Pronto me iré al cielo... no viviré más de cinco años... no llegaré a cinturón negro... no podré saber como acaba Fly... por no tener, no tendré ni novia...".
Ese día, Tamber y Ferrik estuvieron toda la noche durante la cena en silencio. El padre de Ferrik le intentó animar, pues él tenía esperanzas, pero se notaba que no estaba del todo seguro.
Esa noche fue la primera de una larga historia. A las once de la noche se apagaron las luces del cuarto de Ferrik y de Tamber, y los dos se pusieron a dormir.
Ferrik despertó en un lugar que no conocía. El suelo era de color negro, y el cielo era también negro. Parecía que estuviera en el espacio, solo que ahí no habían estrellas como las que salían en los libros. Comenzó a caminar por ese lugar, hasta que, a lo lejos, pudo ver a una niña con un abrigo de color negro sentada en el suelo. Se fue corriendo a verla, y cuando llegó, resultó que no era una niña, si no una chica mayor que él. Era una chica muy guapa, de largos cabellos negros, unos ojos negros muy bonitos y una piel muy blanca. Se levantó, miró a Ferrik y le dijo.
-Así que tú eres Ferrik... Eres un niño mucho más mono de lo que creía. -Le dijo sonriendole la chica.
-¿Cómo es que sabes como me llamo? -Preguntó Ferrik.
-Porque, de allí donde vengo, todos sabemos como se llaman todos, Ferrik. -Dijo la chica. -Todos los que vivimos allí sabemos como se llaman todos los que están aquí.
-¿Y donde estamos?
-No lo sabe nadie. -Contestó ella. -Solo lo puede saber el que llega primero, y ese eres tú. ¿Tú lo sabes?
-No. ¿Que haces aquí? -Preguntó Ferrik.
-He venido a buscarte, Ferrik. -respondió la chica. -Para que vengas conmigo. ¿Te gustaría venir conmigo, Ferrik?
La chica le tendió la mano, y el niño estubo tentado de agarrársela, pero cuando fue a tocarla, notó que la chica no le sonreía, que tenía cara de pena, y se apartó.
-Mmm... no es que no quiera, pero... ¿Por qué estás tan triste? -Preguntó Ferrik.
-Porque eres muy pequeño, y no me gustaría llevarme a un niño tan pequeño. -Contestó ella.
-Entonces, me quedo. Me quedo donde estoy. ¿Te parece bien?
-A mi sí, pero has de saber que algún día, tendrás que venir conmigo, y si es más pronto que tarde, mejor. -Dijo la chica.
-¿Eres la Muerte? -Dijo de repente el niño.
-¿Cómo lo sabes? -Respondió la chica con asombro.
-Leí en un libro que la Muerte se nos presenta con la forma de una bella mujer, blanca como la nieve. -Contestó el niño. -Por eso supuse que eras la Muerte. ¿Quieres matarme?
-Yo no mato, pequeño. -Dijo ella. -Yo llevo a otros lugares, que muchas veces, son mejores que este. Pero, sí, te mueres allí donde estás viviendo.
-Pues no voy. -Dijo el niño. -Me quedo, me quedo y me quedo. No me voy contigo.
-Pero tendrás que hacerlo al final. -Contestó con una sonrisa la Muerte. -¿Que te parece si hacemos una apuesta?
-¿Que quieres decir?
-Si tu ganas en lo que te digo, yo no te llevaré, pero si te gano yo, te llevaré. ¿Estás de acuerdo? -La mujer, con una sonrisa, miró al niño.
-... Vale. Con tal de no morirme, haré lo que sea. -Dijo el Ferrik.
Y Ferrik despertó. Era de noche aún, y había tormenta. Tamber se había levantado de su cama y estaba durmiendo con él en la suya. No había rastro de la chica.
Continuará...
P.D.: Esta es una historia extraña, solo para mentes que estén preparadas. Gracias por los comentarios que pueda haber, y siento si nadie entiende nada. A parte de esta historia, pondré cosas que hayan ocurrido. Nos vemos.
Gato LowPoly
Hace 4 años
1 La gente opina...:
si miguel, es una adaptacion extraña pero... una historia triste en realidad...
sinceramente no se que mas poner. mas que... describes como todo un escritor.
para serte franca no puedo poner con jubilo ¡actualiza pronto! pero, ojala lo hagas por simple curiosidad de lo que es esta historia que es tuya.
cuidate. y sigue asi
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