Montañas de Xián

En la Guerra. Victoria. En la Paz, Vigilancia. En la Muerte, Sacrificio.

Desde la quemada de los cuadros, Ferrik cambió casi radicalmente. Comenzó a jugar como lo hacía antes, entrenaba con muchas ganas en el dojo y se divertía mucho más con Tamber. En el colegio, sus profesores estaban encantados. Parecía una persona distinta, mucho más mayor que antes. Hablaba de una manera demasiado culta para su edad, y tenía una educación que bien podrían pensar los demás que tuviera más edad.

Las visitas al hospital se volvieron frecuentes. Cada dos semanas tenía que estar allí para hacerse pruebas nuevas, para saber si estaba peor o mejor, y los médicos estaban contentos con la forma de ser de Ferrik. Llegaba, se dejaba hacer las pruebas y se marchaba sonriente y educadamente, acompañado de su madre unas veces y de Tamber otras.

Pasó el tiempo, y de las dos semanas se volvieron al mes. Cada mes hacían pruebas, y poco a poco el tiempo fue pasando. Ferrik tenía diez años. Los dolores eran escasos, poco a poco iba olvidándose de ellos. Lo que no podía olvidar eran las noches.

Cada noche, al esconderse el sol, Ferrik comenzaba a temer el momento en que le decían "A la cama". Ferrik y Tamber dormían en la misma habitación, sin embargo no podía ayudarle en el Páramo Oscuro. La Pálida Dama ya no le trataba con tanta diligencia. Ahora comenzaban a jugar a videojuegos también, juntando el ajedrez. Se notaba que el ente tenía algo de nerviosismo, pero no decía nada.

El chico era una persona que se llevaba bien con todos. Tenía un pequeño grupo de compañeros con los que hablaba casi siempre, y jugaban todos juntos.

Sin embargo, todo eso cambió una tarde.

Esa tarde, Ferrik terminó las clases, y se dirigió hacia las escaleras con una amiga suya. Cuando llegaron al primer escalón, preparados para bajar, ella se tropezó... ¿O puede que la empujaran? Realmente, nadie supo exactamente como fue. Lo que si se supo, es que Ferrik estaba al lado de ella, y que ella cayó por las escaleras, rompiéndose algunos huesos. Muchas personas fueron corriendo para ver como estaba la chica, pero otros miraron a Ferrik. El chico fue uno de los primeros en bajar corriendo para ver como estaba su amiga, pero no le dejaron acercársele.

Poco después, llegó una ambulancia y se llevaron a la chica. Lo que Ferrik no podía esperar es que, cuando llegara a la clase, se encontrara con que casi todos los compañeros que tenía le ignoraban completamente. Cuando se sentó, los que estaban a su lado no le dirigieron la palabra, incluso cuando él mismo les preguntaba alguna cosa, ellos ni le miraban.

Claro que habían algunos que le siguieron dando su amistad, como el caso de Lienda. Lienda era el único amigo que realmente llegó a tener Ferrik en esa época. Siempre estaban juntos cuando los demás le dejaban solo.

Finalmente, Ferrik encontró la manera de que no le afectara tanto el silencio de sus ex-amigos. Adoptó una pequeña sonrisa y una indiferencia total, o casi total, a los comentarios de los demás.

Todos los niños culpaban a Ferrik. El niño lo sabía, y Lienda también, aunque le quitaba siempre hierro al asunto. Hasta que llegó un día en el que no se pudo seguir evadiendo las cosas.

Aquel día, Lienda había faltado por ciertos asuntos personales, y Tamber había salido antes que Ferrik de las clases, así que ese día, Ferrik estubo solo durante todo el día. Cuando salió del recinto escolar, se le acercaron cinco de los ex-amigos que tenía, y le dijeron:

-Tú estás loco. ¿Como se te ocurre tirarla por las escaleras?
-Yo no la tiré. -Contestó seriamente Ferrik. -No se que pasó, pero yo nunca haría eso.
-No seas mentiroso. Un moribundo siempre es un mentiroso.
-¿Moribundo...? -Ferrik estaba bastante pálido.
-Si, nos enteramos de que te estás muriendo. ¿Es cierto? Porque sería una suerte, porque así no tendríamos que hacerlo nosotros ahora que te daremos una paliza.

Dicho esto, uno de ellos le golpeó en la cara con el puño y lo tiró al suelo, y cuando se le acercaron, Ferrik escuchó a lo lejos una voz.

-Te quitarán el poco tiempo que tienes... ¿Que vas a hacer?

Después, escuchó una risita.

Ferrik se levantó de un salto y miró a los que se le acercaban.

-No lo permitiré... no me lo quitaréis... Yo no fui...
-Cállate, loco. Vamos a darle una paliza, va. -Dijo el que era el cabecilla.

Una hora más tarde, Ferrik seguía enfadado, iracundo con aquellos que le habían acusado injustamente y le habían querido golpear. Le golpearon, sí, pero después descubrieron como las gasta alguien que lucha por su vida. El chico estaba con el labio partido, un ojo morado y muchas contusiones por todo el cuerpo, pero cuando se marchó cojeando del parque que había al lado del colegio allí dejó a los otros cinco, los cuales tampoco salieron indemnes, pues ellos se marchaban también, algunos cojeando, otros agarrados entre ellos para no caerse.

Llegó a su casa y Tamber estaba sola en casa, y le preguntó que qué había pasado. Ferrik se lo contó todo, incluso que se había enfadado con esos chicos, y que había sido mucho más fuerte que un enfado normal.

-No quiero volver a enfadarm así... -Decía Ferrik sentado mientras Tamber le curaba como podía el ojo. -Me da miedo, no pude controlarme.
-Tranquilo, Ferrik. Como nos encontremos con ellos seré yo quien les de una paliza.
-Lo siento, Tamber.
-No te disculpes, burro. -Tamber sonrió y dejó la pomada que había usado en Ferrik. -Ala, ya está. No pienses más y vamos a jugar un rato antes de ir al dojo. ¿O quieres que no vayamos hoy?

Ferrik sonrió y no quiso ir ese día a entrenar. Se quedó en casa con Tamber, jugando con ella, algo preocupado.

Continuará...

P.D.: La Ira no se ha ido aún...

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